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lunes, 13 de julio de 2015

El asesinato de Marat




Un día como hoy de 1793, la joven y hermosa Charlotte de Corday se presentó sin previo aviso en la casa del ciudadano Jean Paul Marat. Había llegado a París, procedente de Normandía, el 11 de Julio, y solicitado con insistencia una entrevista con el célebre jacobino.

La joven debía “revelarle secretos muy importantes para la salud de la República” (Luis XVI había sido guillotinado a principios de año, el Reino de Francia había desaparecido). “Además se me persigue por la causa de la libertad”, añadió en su última carta.

Aquello no era del todo falso, Charlotte era girondina, es decir, pertenecía a la facción moderada de la Convención Nacional. Enfrentados con los radicales jacobinos, los girondinos habían tenido que huir de París después de que el Tribunal Revolucionario absolviese a Marat, quien les había acusado de ser monárquicos encubiertos. La carta de la joven terminaba “soy desafortunada, basta que lo sea para tener derecho a su patriotismo”.

Charlotte consideraba a Marat el máximo representante de la tiranía. El hombre que enviaba a inocentes a la Place de la Concorde, donde se levantaba inmisericorde el artefacto del doctor Guillotin.

Al llegar París, se enteró de que Marat estaba demasiado enfermo para acudir a la Convención, así que fue a su casa. La portera del número 18 de la rue de Cordeliers, se negó a dejarla pasar. Charlotte insistía en ver a Marat para darle los nombres de algunos enemigos de la República. Montó tal alboroto que la portera, al fin, la permitió entrar dentro de la vivienda. Entre sus ropas, Charlotte ocultaba un cuchillo.

Marat era celíaco. Una enfermedad desconocida en el siglo XVIII. Sufría de terribles erupciones cutáneas y altísimas fiebres debido a su alergia al gluten. Para mitigar los efectos de su afección se daba largos baños y se envolvía la cabeza con paños empapados en vinagre. Solía estar tanto rato dentro del agua que había hecho colocar encima de la bañera un tablero a modo de escritorio para poder trabajar. Allí rellenaba las listas de los enemigos de la Revolución.

De esa guisa recibió a Charlotte la tarde del 13 de Julio. Marat la interrogó sobre la situación en Normandía. Charlotte enumeró los nombres de los refugiados en Caen. Marat prometió que en menos de ocho días todos serían guillotinados. Justo después de apuntar el último nombre, Charlotte sacó de su corpiño el cuchillo que escondía y apuñaló a Marat en el corazón.

“He matado a un hombre para salvar a cien mil”, declaró Charlotte cuando fue detenida. Fue guillotinada cuatro días más tarde.

Dos meses después, alentados por el deseo de vengar a Marat, Robespierre y los demás jacobinos votaron instaurar medidas de terror para reprimir actividades contrarrevolucionarias. Aquel periodo (entre septiembre de 1793 y primavera de 1794) se le conoce simplemente como El Terror. Sólo en la Place de la Concorde se cree que murieron guillotinadas 1119 personas.

Marat fue la quinta persona en ser enterrada en el Panteón de París, aunque dos años más tarde sus restos fueron trasladados al cercano cementerio de Saint-Étienne-du-Mont y su escultura destrozada. Aun así durante El Terror su busto reemplazó a los crucifijos y alcanzó status religioso.

Se dice que las autoridades obligaron a mostrar en pinturas y grabados a Charlotte de Corday como una aristócrata de melena empolvada para que lavanderas, criadas y amas de casa no empatizarán con ella durante el juicio.